martes, 17 de septiembre de 2013

Yeta

Columna para La imprenta noticias (periódico de la zona sur bonaerense). Contexto: votaciones 2011.
Me la juego con este título para el primer posteo en este blog. Veremos.

Ríos de tinta son tres palabras que se usan por estos tiempos intentando describir la mucha tela para cortar (otra metáfora poco original) que han dejado las elecciones primarias. Para combatir el empacho de análisis políticos, en esta ocasión la idea es fijar la mirada en una situación, para algunos jocosa, ocurrida durante el último acto eleccionario.  
  
Sucedió en la ciudad de La Rioja, cuando un ex Presidente concurrió a las 10 de la mañana al Colegio Provincial número 1 de la mencionada ciudad para votar. Carlos Saúl Menem, en efecto, fue ofendido por un presidente en función, el de la mesa en que votaba, quien se tocó el testículo izquierdo al saludar al ex mandatario. El desafortunado gesto tiene que ver con un chiste-creencia muy extendido: Menem es mufa.   

  
A ver, anímese, lector,  a decir en voz alta las siguientes tres palabras: “Menem, Menem, Menem”. ¿Las pronunció? Si no lo hizo en voz alta, lo hizo mentalmente… ¿Le acaba de pasar algo? 
  
Si puede seguir leyendo, piense por favor si atribuir mala suerte no es una de las tantas formas de invisibilizar al otro, o a uno mismo: Menem presidió el país por casi diez años, siendo reelecto por una gran cantidad de votos; o sea, tiene mucho que ver con los millones que lo votaron y con los millones que no lo votaron. 
  
Insisto, esto de hacerse cargo o no es independiente a que se lo haya votado al riojano, como se dijo arriba. Tiene que ver con no querer ver que lo que pasó, nos pasó (incluyendo la imposibilidad o falta de convicción a la hora de convencer mediando climas de época). Implica no reconocer, en su real dimensión, a muchos protagonistas de nuestra realidad, con sus razones y sus causas.   
  
Más que un chiste, la situación mencionada evidencia los mecanismos del chivo expiatorio o del polvillo debajo de la alfombra que hay en gran parte de la sociedad, como variante del olvido. Por cierto, un poco más saludable que la negación lisa y llana de los combatientes de Malvinas apenas vueltos del combate, o de atribuir torpeza o abulia en vez de decisiones políticas al De la Rua del helicóptero.   
  
Otras negaciones sistemáticas: el poco admitido apoyo civil a la dictadura (la excusa recurrente: con Isabelita no se podía seguir) y el no siempre coaccionado rol de los medios y el poder judicial en esos años oscuros. Y así las cosas, tenemos, por ejemplo, gente de a pie y políticos solicitando por el cese (¡olvido!) de los juicios a los responsables por delitos imprescriptibles de lesa humanidad. Están en su derecho a pedirlo, pero estamos en democracia, lo cual  incluye división de poderes, institucionalidad y decisiones políticas, entre otras cosas. Esto es así,  se crucen o no los dedos. Se toque o no madera. Ninguna parte de nuestra anatomía tendrá el mágico efecto de hacernos olvidar con sólo un toque. Ninguna, ni siquiera la más íntima, nos libera de responsabilidades históricas.