En los dos
mil leí con avidez los tres tomos de La voluntad. A la distancia, como ciertas
películas, me parece que el libro envejeció muy mal. Hasta inocente parece.
Tiene cosas loables, como las referencias de época, digo contextos: pasaba tal
o cual cosa en la Argentina y en el mundo en ese entonces (mayo del 68,
cordobazo, menesunda, rock y esas cosas).
Pero a su vez, ese contexto distrae,
confunde, porque no está atado a la rosca cercana, a lo que pasaba en las
bases: de dónde venían y hacia adonde iban y se encauzaban los futuros
militantes, a los que se describe como justicieros brillantes ya desde niños, como
si no hubiera de eso entre los infantes que serían futuros asesinos de estado.
No se define bien, no se entiende que significaban los compromisos políticos. Ese
abordaje se hace de manera despolitizada, como una marca de época del momento
de escritura (noventa avanzados), donde la política es pecado, lo que lleva a
reforzar desmedidamente lo emotivo (el rubiecito futuro montonero que le da un
cacho de sánguche a un negrito). Lo que no era pecado era la ideología en tanto
utopía (imposible, sin rasgos coyunturales y de posibilidad como existen hoy),
con consecuencias como una mirada con ternura y lástima de los sueños de
aquellos jóvenes ilusos.
Después me
pareció oportuno leer cuestiones más analíticas, lo humano desvirtuaba. Entonces
dí con un libro que recomiendo fervientemente para comprender verdaderamente el
contexto de época de los guerrilleros, militantes o subversivos, como se los
llamaba y llama no inocentemente según el término. Me refiero a Política y/o
violencia, de Pilar Calveiro.
Vuelvo a La
voluntad. Me parece que confirma mis opiniones el desandar de los autores del
libro. Anguita se perdió en Radio Nacional y El argentino, mostrando sensiblería
setentista pero sin asidero y pregnancia en el presente. Lo más parecido a ese
anhelo de actualidad es cuando entrevista a alguno de La Cámpora. Pero es cosmética
aparatosa. El caso de Caparrós es raro. Un escritor horrible, aburrido, pero
que sabe escribir, y lo hace con entusiasmo y metódicamente, lo que no es poco.
Pero le gusta llamar la atención. Entonces escribe de política argentina desde
España, pero sin amagos de haber sido uno de los autores de La voluntad. Nobleza
obligaría.
Ya con un
poco más claras las ideas de contexto, por reflexiones, adultez y también gracias
a libros –uno de larraqui, entre otros, ninguno de Reato, Majul, Yofre-,
documentales –Pía López-, cine -pelis como Garage Olimpo, Los rubios, Crónicas
de una fuga o Errepé-, me parece que las cosas están más claras para mí. (Aunque
seguramente en unos años, si es que sigo entre nosotros, esto escrito me
parecerá una pelotudez).
Este
contexto me permitió situarme en una nueva instancia (ojalá no sea mía, sino de
la sociedad, aunque suene soberbio). Entonces me topé con un libro de
testimonio, pero distanciado o ascético y por eso lúcido, digo esto pensando que fue escrito por alguien que sufrió
en carne propia la prepotencia estatal, y lo más lejos que está es en ponerse
de ejemplo, de ejemplificar ejemplificándose. Me refiero a un testimonio en el
que el autor mantiene una distancia de reflexión casi inhumana dado lo inhumano
que tuvo que vivir. Poder y desaparición es, una vez más, de Pilar Calveiro. Ella
misma fue una detenida de la dictadura, y no se pone en foco a sí misma, insisto,
sino que se sitúa como voz autorizada por la experiencia para analizar con
humildad y sin revanchismos y con nobleza la situación y los testimonios y
vivencias de otros sobrevivientes. Desde ahí, precisas, hondas reflexiones de
la condición humana.
PD: No me
puedo perdonar tantos paréntesis, son innecesarios. Ya lo decía ABC: alcanza
con las comas.