lunes, 19 de mayo de 2014

Idiosincrasias

Me repugna cuando escucho decir que los argentinos somos así (para bien) o asá (para mal). Lanata suele ser un especialista en eso: Los argentinos y ADN, dos de sus “libros” abordan tal idea (no me animé a leerlos, sino que leí sobre ellos). La va de que somos terribles, genialmente incurables, y esa sarta de pavadas.  Ahora, en TV hace lo mismo con respecto a los políticos en general y a los políticos oficialistas en particular. Los demoniza, y con ello a la política. Todos están condicionados a ser de tal o cual manera; aunque mejor dicho, condenados a tener tal o cual defecto o vicio. Una suerte de vuelta de tuerca a la famosa teoría de Duhalde (“los argentinos estamos condenados al éxito).

En su trilogía de Auschwitz (Si esto es un hombre, La tregua, Los hundidos y los salvados ), donde relata su año en cautiverio en aquel infierno, Primo Levi refiere en varios apartados a la obsesión de los alemanes por el orden, la selección y la disciplina, hasta en detalles que no tenían sentido, dadas las terribles circunstancias. No obstante, en alguna parte aclara que esa asignación sólo vale a la hora de hablar genéricamente de determinada idiosincracia, pero no aplica a la hora de describir a un hombre. Y la cosa podría invertirse, pienso, un loco como Hitler no sale de la nada, sino que es deudor/emergente de un contexto, de una historia y de una sociedad.
La otra vez escuchaba en la radio a uno de los autores del libro Sciamo Fuori (historia del desempeño de la selección argentina desde el último Mundial que ganó), quien decía que en la sociedad alemana no había levantado la polvoreda que levantó acá el hecho de que el arquero Lehman se valiera de un papel con anotaciones para atajar los penales que dejaron afuera a la selección argentina del Mundial Alemania 2006. Para ellos, los alemanes, aquella anotación casi burocrática, no era algo que les llamara la atención.

La maldad tiene multiples razones, intereses y contextos que exceden las idosincrasias.