La irremediable muerte tiene un aliado
indispensable. El título de arriba me arruina el chiste, no obstante redundaré
diciendo que ese aliado es el tiempo.
Ambos dan miedo y mucho. A lo largo de
la historia se han dado las más diversas maneras de enfrentarlo. Allí están los
faraones sepultados con los cepillos de dientes para cuando se despertaran de
la muerte; y más acá el anhelo del cielo cristiano, con curiosas consecuencias:
si uno estaba muy enamorado y quedaba viudo, y después se enamora de otra
persona con quien termina sus días, ¿qué hacen luego los tres arriba?, ¿se
agarran de los pelos (dos por lo menos)?, ¿o la tentación será un menage a
trois, que los mande a todos al infierno? Pero más allá de la casuística, el
cielo cristiano atempera los miedos de muchos, pidiendo por ello mucho menos
que limosna, apenas fe.
La modernidad nos ha dado más
estrategias para enfrentar a este dúo inevitable. Sigo simplificando, entonces
vamos por el agnosticismo: antes de mí no había nada de mí, después tampoco lo
habrá; ni antes ni después tendré la angustia que tengo ante la futura muerte;
entonces, la vida es todo, el resto no existe, y ahí, una suerte de solución.
También está el psicoanálisis, que puede jugar en paralelo con la religión o el
agnosticisimo, y tiende a depurar el alma desde la confesión (algo parecido
pasa con la expiación de la confesión católica, y en esto no soy original),
logrando un efecto que podría entenderse como catárquico. Me pregunto si hay
algo de eso, catársis (sí la hay, me hago el boludo, lo sabían los griegos)
cuando se sale del teatro u hoy del cine (el arte, otro antidepresivo, tal
vez).
La lista de “paliativos” podría ser tan
larga como para incluir el veganismo o el running, pero prefiero incluir con
más entidad a la psiquiatría, que con sus pastis puede convivir con el arte, la
religión, el agnosticismo, la psicología y lo que quieras.
Sin haber descubierto la pólvora, pocas
dudas me quedan sobre que estamos ante un gran problema en forma de dúo. Y
también que las maneras de enfrentarlo se van colando en la cultura y los
estilos de vida.
Vamos a la web. Me detendré en los
espacios/portales de noticias. Recurrente en ellos es el comparativo temporal fotográfico.
Cuando antes en casa mirábamos las fotos de nuestra niñez nos invadía la
nostalgia, la ternura, la sonrisa. En Facebook eso se mantiene, todo bien.
Insisto, la cosa se da em los portales de noticias. En estos, en la parte
sociedad o espectáculos proliferan las fotos de otros, pero no cualquiera
otros; se trata de los famosos que anhelamos o queremos ser o tener (o lo
hacíamos). Nos los muestran de dos maneras, por un lado en su apogeo del
pasado; entonces podemos apreciar fotos ajadas técnicamente pero vigorosas en
contenido icónico de época y de, en general, de belleza. En paralelo, simultáneamente,
y contrastando con esas imágenes, los
medios electrónicos actuales nos muestran las fotos de esas mismas personas
hoy, en imágenes técnicamente impecables (las otras tienen encima tienen los
limitantes de la conservación del formato). El contraste es evidente, e incita
a cosas un tanto cuestionables: la burla, la risa, el asombro, algún que otro
“qué bien se conserva”, respecto a nuestros inalcanzables ídolos de antaño. No
tengo dudas. Ahí hay una suerte de reconfortación morbosa, que aplica a nivel
inconsciente o consciente. El señalamiento de lo que podríamos considerar como
bizarro y kitsch nos hace reírnos, pero hay mucho de necia crueldad en ese
señalamiento del otro (¿quién de nosotros supera un archivo de fotos con diez o
veinte años de distancia?, y lo que es peor en el espejo del burlador, ¿habrá
muchos interesados en saber de nuestro deterioro orgánico?). Aclaremos lo
obvio. Ese señalamiento, esa burla, apenas nos reconforta un poco ante lo
inevitable: tiempo y muerte, o lo que es lo mismo pero peor, muerte y tiempo. Así que, me parece, esta parte de la comunicación
actual podrá situarse junto a lo bien que nos hace el agnosticismo, la
religión, las pastillas y esas cosas.
Antes de concluir, no quiero dejar de
subrayar que la cultura pop pre-web nos ha proveído de ciertas eternidades
estáticas. Me refiero a la imagen pregnada en el imaginario de personalidades
como Churchill, Picasso, Borges, Perón, Che Gevara, Michael Fox, Macaya Márquez
y Zofovich, por ejemplo. Algunos siempre tienen mediana edad (Favio, Che
Guevara), otros son irremediablemente jóvenes (Michael Fox) y hay muchos que
parecen siempre viejos (Churchill, Macaya Márquez, Perón). Por ahí en la web se
encuentran imágenes de ellos en otras edades, que por falta de comparación
contemporánea no nos llevan a la comparación burlona, me parece. Churchill, por
caso, fue más tiempo de su vida niño y joven que viejo, pero de ello ni
noticias tenemos en nuestra mente.