sábado, 24 de mayo de 2014

La imagen del tiempo

La irremediable muerte tiene un aliado indispensable. El título de arriba me arruina el chiste, no obstante redundaré diciendo que ese aliado es el tiempo.

Ambos dan miedo y mucho. A lo largo de la historia se han dado las más diversas maneras de enfrentarlo. Allí están los faraones sepultados con los cepillos de dientes para cuando se despertaran de la muerte; y más acá el anhelo del cielo cristiano, con curiosas consecuencias: si uno estaba muy enamorado y quedaba viudo, y después se enamora de otra persona con quien termina sus días, ¿qué hacen luego los tres arriba?, ¿se agarran de los pelos (dos por lo menos)?, ¿o la tentación será un menage a trois, que los mande a todos al infierno? Pero más allá de la casuística, el cielo cristiano atempera los miedos de muchos, pidiendo por ello mucho menos que limosna, apenas fe.
La modernidad nos ha dado más estrategias para enfrentar a este dúo inevitable. Sigo simplificando, entonces vamos por el agnosticismo: antes de mí no había nada de mí, después tampoco lo habrá; ni antes ni después tendré la angustia que tengo ante la futura muerte; entonces, la vida es todo, el resto no existe, y ahí, una suerte de solución. También está el psicoanálisis, que puede jugar en paralelo con la religión o el agnosticisimo, y tiende a depurar el alma desde la confesión (algo parecido pasa con la expiación de la confesión católica, y en esto no soy original), logrando un efecto que podría entenderse como catárquico. Me pregunto si hay algo de eso, catársis (sí la hay, me hago el boludo, lo sabían los griegos) cuando se sale del teatro u hoy del cine (el arte, otro antidepresivo, tal vez).
La lista de “paliativos” podría ser tan larga como para incluir el veganismo o el running, pero prefiero incluir con más entidad a la psiquiatría, que con sus pastis puede convivir con el arte, la religión, el agnosticismo, la psicología y lo que quieras.
Sin haber descubierto la pólvora, pocas dudas me quedan sobre que estamos ante un gran problema en forma de dúo. Y también que las maneras de enfrentarlo se van colando en la cultura y los estilos de vida.
Vamos a la web. Me detendré en los espacios/portales de noticias. Recurrente en ellos es el comparativo temporal fotográfico. Cuando antes en casa mirábamos las fotos de nuestra niñez nos invadía la nostalgia, la ternura, la sonrisa. En Facebook eso se mantiene, todo bien. Insisto, la cosa se da em los portales de noticias. En estos, en la parte sociedad o espectáculos proliferan las fotos de otros, pero no cualquiera otros; se trata de los famosos que anhelamos o queremos ser o tener (o lo hacíamos). Nos los muestran de dos maneras, por un lado en su apogeo del pasado; entonces podemos apreciar fotos ajadas técnicamente pero vigorosas en contenido icónico de época y de, en general, de belleza. En paralelo, simultáneamente,  y contrastando con esas imágenes, los medios electrónicos actuales nos muestran las fotos de esas mismas personas hoy, en imágenes técnicamente impecables (las otras tienen encima tienen los limitantes de la conservación del formato). El contraste es evidente, e incita a cosas un tanto cuestionables: la burla, la risa, el asombro, algún que otro “qué bien se conserva”, respecto a nuestros inalcanzables ídolos de antaño. No tengo dudas. Ahí hay una suerte de reconfortación morbosa, que aplica a nivel inconsciente o consciente. El señalamiento de lo que podríamos considerar como bizarro y kitsch nos hace reírnos, pero hay mucho de necia crueldad en ese señalamiento del otro (¿quién de nosotros supera un archivo de fotos con diez o veinte años de distancia?, y lo que es peor en el espejo del burlador, ¿habrá muchos interesados en saber de nuestro deterioro orgánico?). Aclaremos lo obvio. Ese señalamiento, esa burla, apenas nos reconforta un poco ante lo inevitable: tiempo y muerte, o lo que es lo mismo pero peor, muerte y tiempo.  Así que, me parece, esta parte de la comunicación actual podrá situarse junto a lo bien que nos hace el agnosticismo, la religión, las pastillas y esas cosas. 

Antes de concluir, no quiero dejar de subrayar que la cultura pop pre-web nos ha proveído de ciertas eternidades estáticas. Me refiero a la imagen pregnada en el imaginario de personalidades como Churchill, Picasso, Borges, Perón, Che Gevara, Michael Fox, Macaya Márquez y Zofovich, por ejemplo. Algunos siempre tienen mediana edad (Favio, Che Guevara), otros son irremediablemente jóvenes (Michael Fox) y hay muchos que parecen siempre viejos (Churchill, Macaya Márquez, Perón). Por ahí en la web se encuentran imágenes de ellos en otras edades, que por falta de comparación contemporánea no nos llevan a la comparación burlona, me parece. Churchill, por caso, fue más tiempo de su vida niño y joven que viejo, pero de ello ni noticias tenemos en nuestra mente.