Existe un grupo de
intelectuales (periodistas, personalidades de la cultura) “sobradores”. Podría
decirse que si en marqueting hay una categoría que se denomina aspiracional,
porque anhela llegar a algo superador, en el caso de este grupo ese algo les
queda chico y lo desprecian, lo sobran.
A la hora de identificar a esta gente debemos hacer énfasis en
que se suelen autodefinirse como liberales en el sentido político del concepto:
pro aborto, pro respeto al discurso negacionista de la Dictadura (lo importante
es poder opinar); pero principalmente tienen mucha desconfianza por lo popular
y lo peronista. Mayormente por esto último, entre los sobradores hay progres (y
muchos).
¿Cómo puede ser esto? Tal vez un factor que talla fuerte es
el desprecio (ninguneo, para ser precisos) de este sector por la cultura
popular: el mundo Tinelli y su órbita podrán ser de derecha (misoginia y
mantenimiento del status quo), pero siempre se lo mira con sorna y burla; casi
que podría decirse que les produce más lástima que indignación.
Otro rasgo identificatorio es que hacen una suerte de
expiación a las empresas capitalistas. Estas son la fachada del mundo que no
podrás cambiar pero, vamos, no está tan mal, no son una usina de conspiraciones
como creen los fundamentalistas que piensan que el mercado se puede domesticar.
Una empresa no es el demonio; sensatez ante todo. Porque, no tienen dudas, la
superación, la verdad y lo normal siempre conforman un todo que está tamizado
por el capitalismo, aunque sea salvaje. Y en ese mundo donde impera el mercado
lo que queda es la elegancia de las formas. Una elegancia que tiene que ver con
gestos íntimos, individuales (no a lo popular una vez más) y nobles, siempre
carentes de ideología.
Miran con vergüenza ajena los bailes y las definiciones
setento-utópicas de Cristina, mientras que el canto de Macri a lo Fredy Mercuri
o sus manifestaciones coloquiales de poco vuelo les son irrelevantes, y hasta (también)
les genera desdén. Porque lo canchero es hacerse cargo que el mercado imperante
es el escenario de todo, y sólo a partir de ahí se puede ser profundo, sensible
o analítico, por caso.
La indiferencia sobradora es lo más piola. De alguna manera
Macri es inofensivo (bobo mal menor) por
no hacer nada, apenas acomoda la cosa para que la normalidad (mercado) se
imponga. Ese ascetismo está libre de la gestualidad ingenua de aquellos que
quieren transformar la realidad. Toda política que busque marcarle la cancha al
mercado es mirada con lástima por este grupo, la misma lástima que sienten por
la misoginia tinellista.
Otros rasgos: ante salvajadas de derecha (mentiras de Mauricio,
apoyo a las dictadura de funcionarios, brotes xenófobos locales o de arriba –Trump),
se sitúan más allá de todo y en algún momento cuelan el calificativo irónico: -Un
genio. También, no sé por qué, se ufanan de tener tocs.
La realidad no se transforma, ni para izquierda ni para
derecha, sino que para esta gente se acompaña en su naturalidad, que es la de
la imposición de la democracia liberal, donde los negocios, el sueldo, el
dinero, la ley del mercado son los que mandan; como debe ser.
Como escuché por ahí, es más fácil imaginarse el fin del
mundo que el fin del capitalismo.