jueves, 9 de febrero de 2017

Liberales de sobra

Existe  un grupo de intelectuales (periodistas, personalidades de la cultura) “sobradores”. Podría decirse que si en marqueting hay una categoría que se denomina aspiracional, porque anhela llegar a algo superador, en el caso de este grupo ese algo les queda chico y lo desprecian, lo sobran.

A la hora de identificar a esta gente debemos hacer énfasis en que se suelen autodefinirse como liberales en el sentido político del concepto: pro aborto, pro respeto al discurso negacionista de la Dictadura (lo importante es poder opinar); pero principalmente tienen mucha desconfianza por lo popular y lo peronista. Mayormente por esto último, entre los sobradores hay progres (y muchos).
¿Cómo puede ser esto? Tal vez un factor que talla fuerte es el desprecio (ninguneo, para ser precisos) de este sector por la cultura popular: el mundo Tinelli y su órbita podrán ser de derecha (misoginia y mantenimiento del status quo), pero siempre se lo mira con sorna y burla; casi que podría decirse que les produce más lástima que indignación.
Otro rasgo identificatorio es que hacen una suerte de expiación a las empresas capitalistas. Estas son la fachada del mundo que no podrás cambiar pero, vamos, no está tan mal, no son una usina de conspiraciones como creen los fundamentalistas que piensan que el mercado se puede domesticar. Una empresa no es el demonio; sensatez ante todo. Porque, no tienen dudas, la superación, la verdad y lo normal siempre conforman un todo que está tamizado por el capitalismo, aunque sea salvaje. Y en ese mundo donde impera el mercado lo que queda es la elegancia de las formas. Una elegancia que tiene que ver con gestos íntimos, individuales (no a lo popular una vez más) y nobles, siempre carentes de ideología.
Miran con vergüenza ajena los bailes y las definiciones setento-utópicas de Cristina, mientras que el canto de Macri a lo Fredy Mercuri o sus manifestaciones coloquiales de poco vuelo les son irrelevantes, y hasta (también) les genera desdén. Porque lo canchero es hacerse cargo que el mercado imperante es el escenario de todo, y sólo a partir de ahí se puede ser profundo, sensible o analítico, por caso.  
La indiferencia sobradora es lo más piola. De alguna manera Macri es inofensivo  (bobo mal menor) por no hacer nada, apenas acomoda la cosa para que la normalidad (mercado) se imponga. Ese ascetismo está libre de la gestualidad ingenua de aquellos que quieren transformar la realidad. Toda política que busque marcarle la cancha al mercado es mirada con lástima por este grupo, la misma lástima que sienten por la misoginia tinellista.
Otros rasgos: ante salvajadas de derecha (mentiras de Mauricio, apoyo a las dictadura de funcionarios, brotes xenófobos locales o de arriba –Trump), se sitúan más allá de todo y en algún momento cuelan el calificativo irónico: -Un genio. También, no sé por qué, se ufanan de tener tocs.
La realidad no se transforma, ni para izquierda ni para derecha, sino que para esta gente se acompaña en su naturalidad, que es la de la imposición de la democracia liberal, donde los negocios, el sueldo, el dinero, la ley del mercado son los que mandan; como debe ser.

Como escuché por ahí, es más fácil imaginarse el fin del mundo que el fin del capitalismo.