jueves, 24 de octubre de 2013

El sueño

Sonó el despertador cuando él soñaba casi despierto. Por la inmediatez de ambas situaciones pensó que, después de mucho tiempo, podría recordar un sueño. Se prometió no volver a olvidarlo. Alguna vez escuchó, o leyó, que hay personas que los anotan. Pero, ¿para qué? Si lo anotaba era porque perdería las sensaciones vírgenes, lo vivido del sueño, que era lo que más le interesaba. Entonces, una vez más, se decidió a confiar en su memoria. 

Como un rayo alzó su mano para frenar el ya insoportable sonido del despertador. Prendió el velador. Miró. Ya no estaba en las penumbras. Se vio ocupando sólo un tercio del colchón de dos plazas, del costado más alejado de la puerta. La tenue luz no alcanzaba a despertarla a ella, que estaba a su lado, ocupando el resto de la cama. A diferencia de él, solía dormir boca arriba, que era como estaba ahora. Apenas se podía escuchar su leve ronquido. Tapada por las sábanas y la manta otoñal, seguía profundamente dormida. Su cuerpo estaba distendido, a tal punto que la posición de sus brazos semejaba a la de un Jesús en un crucifijo.
Él fijó su mirada en ella. Apenas veía algunos mechones de ese pelo oscuro y pesado que tanto le había gustado cuando la conoció. Despacio, la comenzó a destapar. Estaba, como todas las noches, en ropa interior. Intentó mirar su cuerpo desde la distancia, la extrañeza, fijando su atención en los contornos de ese cuerpo femenino que tanto creía conocer y que ahora se le mostraba con esa indiferencia propia del descanso. Deparó en los pliegues: allí donde la piernas se unen con el torso; el cuello con la cabeza; las orejas con el cuello; los ojos con la nariz. Mientras, se imaginaba a él mismo interrumpiendo de manera salvaje esa calma; y luego, con ternura. Siempre, con una mirada seria, inexpresiva. En eso, con un movimiento rápido, ella tomó el extremo de la sábana que tenía más a mano y se volvió a tapar. Él se dio vuelta, apoyó los pies en el suelo y se dirigió al baño.
Mientras se cepillaba los dientes, la escuchó: -¿Qué hora es? –Y cuarto, ocho, le contestó. -Hoy entro más temprano, me hubieras avisado antes, dijo ella alzando un poco más la voz.
Ya terminaba de cepillarse los dientes. Apenas recordaba el sueño que había tenido tan presente hacía solamente unos minutos.



Observación: Intenté alguna vez por este lado, relato, realismo sucio, pero no quedé muy conforme.